Una ejecución con mensaje: el crimen organizado exhibe su poder en plena vía pública.
La violencia en Tamaulipas vuelve a escalar de forma alarmante. Este martes, alrededor de las 18:30 horas, el Delegado Estatal de la Fiscalía General de la República (FGR) en Reynosa, Ernesto Cuitláhuac Vázquez, fue ejecutado brutalmente a plena luz del día por presuntos sicarios al servicio del llamado “Comandante Mono”, lugarteniente de César Morfín Morfín, alias “El Primito”, cabecilla del Cártel del Golfo.
Aunque las autoridades aún no han confirmado oficialmente los hechos, el ataque ha corrido como reguero de pólvora entre los habitantes de la ciudad, alimentando el miedo y la percepción de que el Estado ha perdido el control sobre su propio territorio.
El atentado: una ejecución fría y simbólica
De acuerdo con versiones extraoficiales, el Delegado circulaba por las inmediaciones del Motel Engrei, sobre la continuación de la Avenida Hidalgo (carretera Reynosa-Monterrey), cuando su vehículo fue interceptado por un comando armado.
Primero rafaguearon la lujosa unidad, y luego, mientras el funcionario intentaba huir a pie, fue alcanzado por las balas. Posteriormente, los sicarios incendiaron el vehículo y escaparon sin ser detenidos.
Las imágenes del automóvil calcinado han inundado las redes sociales, convirtiéndose en un símbolo más de la impunidad reinante y de la brutalidad con la que operan los cárteles.
Más que un crimen: un mensaje en varios niveles
Este asesinato no puede entenderse solo como un acto violento más. Es, sobre todo, una operación psicológica, una forma de comunicación brutal del crimen organizado hacia las autoridades y la ciudadanía.
1. Mensaje al Estado: Desafío frontal y total impunidad
- Desafío directo al poder federal: El asesinato de un alto funcionario no solo vulnera la institucionalidad del país, sino que representa un golpe al corazón de la justicia federal. Los grupos criminales están diciendo: “Podemos tocar incluso a los protegidos del Estado”.
- Reafirmación de poder territorial: El hecho de que los atacantes se dieran el lujo de quemar la unidad tras la ejecución, sin prisa, sin interferencia, muestra que operan con pleno control del terreno. La presencia federal en la zona no intimida, y mucho menos disuade.
2. Mensaje a la ciudadanía: miedo, control y silencio
- Intimidación abierta: Si asesinan a una figura pública, ¿qué esperanza le queda a un ciudadano común? Este acto pretende sembrar terror, callar bocas, desactivar la colaboración ciudadana con las autoridades.
- Normalización de la barbarie: La repetición de estos crímenes en plena vía pública busca acostumbrar a la sociedad al horror, hacer que la violencia sea vista como parte inevitable de la vida cotidiana en Reynosa.
- “No te metas” como lema no escrito: Aunque los grupos criminales insisten en que no van contra el pueblo, sus acciones contradicen esa narrativa. El silencio que buscan imponer también se alimenta del miedo y de la confusión social.
Interpretación de fondo: el Estado acorralado
Este ataque va más allá de un simple ajuste de cuentas. Es una declaración de guerra psicológica y simbólica. Al asesinar a un delegado federal en funciones, los criminales buscan paralizar la acción del Estado, advertir a futuros funcionarios y blindar sus propias operaciones mediante el miedo colectivo.
La violencia no es solo una herramienta, sino una forma de gobierno alternativo. En zonas como Reynosa, el narco no solo comercia con drogas; administra el miedo, dicta reglas y decide quién vive y quién muere.
Tamaulipas, rehén del crimen organizado
El asesinato del Delegado Ernesto Cuitláhuac Vázquez es un nuevo hito en la crónica de la descomposición institucional del noreste mexicano.
Mientras el gobierno presume estrategias de seguridad y despliegue de fuerzas armadas, los cárteles siguen matando impunemente a plena luz del día, lanzando mensajes brutales que ningún vocero presidencial se atreve a responder.
La pregunta que flota en el aire es: ¿quién gobierna realmente en Tamaulipas?