Terror desde el cielo: drones captan los cuerpos tras explosión de mina en Michoacán

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Imágenes impactantes desde el aire

El horror en Michoacán ya no solo se escucha: ahora se observa desde el cielo. Un video difundido en redes sociales ha vuelto a poner el foco en la brutalidad de la guerra criminal que desangra a esta región del país.

En las imágenes, grabadas por un dron, se observan al menos tres cuerpos sin vida tendidos en una calle de terracería en la comunidad de El Guayabo, municipio de Apatzingán. Según información preliminar, las víctimas habrían muerto al manipular una mina terrestre con la intención de instalarla como trampa para un grupo rival.

El crimen organizado adopta tácticas de guerra

Este nuevo episodio de violencia extrema se suma a la creciente tendencia de militarización informal que vive el crimen organizado en México: el uso de explosivos caseros, artefactos bélicos y drones no solo como herramientas de ataque, sino también como medio de propaganda o vigilancia.

El Guayabo, convertido en campo de batalla, ha sido escenario de enfrentamientos constantes en los últimos días, y el uso de minas terrestres es apenas una muestra del grado de sofisticación –y desesperación– que han alcanzado estas organizaciones criminales.

El silencio oficial y la opacidad en las cifras

Las autoridades, como de costumbre, guardan silencio. No hay comunicados oficiales. No se ha confirmado si estos decesos se contabilizarán como homicidios dolosos o quedarán enterrados en la ambigüedad de las estadísticas, esa nebulosa que permite maquillar la realidad o diluirla entre tecnicismos.

En muchas ocasiones, los cuerpos no llegan ni a los servicios forenses: son recogidos por sus propios compañeros de célula o desaparecidos por sus enemigos para borrar el rastro.

Una guerra sin tregua por el control territorial

La disputa territorial no es nueva. Apatzingán es un nombre que resuena desde hace más de una década como sinónimo de violencia, impunidad y guerra narca.

El Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), en alianza con grupos como Los Viagras y Los Blancos de Troya, busca consolidar su hegemonía sobre los remanentes de los otrora poderosos Caballeros Templarios.

El Guayabo es uno de los últimos bastiones de este grupo en declive, un enclave estratégico que ha sido convertido en zona de guerra por quienes, con armas, bombas y terror, deciden el destino de sus habitantes.

La normalización del terror

Lo alarmante no es solo la violencia, sino su normalización. Que se utilicen drones para registrar la muerte, que las minas antipersonales sean parte del arsenal cotidiano, que los cuerpos aparezcan –o desaparezcan– sin que nadie rinda cuentas, habla de un Estado rebasado.

Un país donde el crimen organizado no solo disputa territorios, sino que se ha adueñado del silencio institucional.

Entre fuegos, el pueblo olvidado

Mientras tanto, la población civil permanece atrapada entre fuegos, sin garantías, sin protección y sin voz. Y en el cielo, los drones siguen grabando. No para garantizar justicia, sino como testigos mudos del infierno que se ha normalizado en el corazón de Michoacán.