La somnolencia diurna excesiva (SED) afecta a aproximadamente 1 de cada 5 personas, según la Fundación Nacional de Sueño de EE.UU., y se ha convertido en la principal causa de consulta en clínicas del sueño. Este trastorno no solo altera la calidad de vida, sino que aumenta el riesgo de accidentes y puede ser indicio de enfermedades más graves.
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¿Qué es la somnolencia excesiva?
La doctora Silvana Malnis la define como la dificultad para mantenerse despierto y alerta durante el día, incluso tras una noche que parece haber sido “adecuada”. Esta condición, también conocida como hipersomnia, no debe confundirse con el cansancio común, pues interfiere en actividades como conducir, trabajar o estudiar.
El psiquiatra Joaquín Diez advierte que no es solo tener sueño, sino una alteración que compromete la vida cotidiana. Los más propensos a padecerla son adolescentes, personas mayores y quienes trabajan por turnos.
¿Qué la causa?
Entre los principales factores que la provocan se encuentran:
- Privación crónica de sueño, por malos hábitos o jornadas laborales extensas.
- Trastornos respiratorios del sueño, como la apnea obstructiva (SAOS).
- Desórdenes del ritmo circadiano, como dormir fuera del ciclo natural día-noche.
- Problemas médicos, como anemia, hipotiroidismo o efectos de medicamentos.
- Enfermedades neurológicas, como la narcolepsia o el síndrome de piernas inquietas.
- Uso de sustancias, como alcohol, opioides, antihistamínicos, entre otros.
Consecuencias en la salud y la seguridad
La SED reduce reflejos, atención y capacidad de decisión, lo que incrementa el riesgo de accidentes tanto en vehículos como en el manejo de maquinaria pesada. Organizaciones como “Luchemos por la Vida” advierten que conducir con sueño puede ser tan peligroso como hacerlo bajo efectos del alcohol.
Además, se relaciona con:
- Mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares y metabólicas, como obesidad y diabetes tipo 2.
- Problemas psiquiátricos, como ansiedad y depresión.
- Deterioro cognitivo a largo plazo y afectación en las relaciones sociales.
Diagnóstico y tratamiento
El diagnóstico incluye estudios de sueño, como la polisomnografía, y pruebas como la escala de Epworth o el Test de Latencias Múltiples. También se evalúa el ritmo circadiano y los hábitos de descanso.
El tratamiento puede incluir:
- Higiene del sueño: evitar pantallas antes de dormir, mejorar la alimentación, y mantener horarios regulares.
- Uso de dispositivos CPAP, si hay apnea del sueño.
- Terapias conductuales y medicación específica para casos como la narcolepsia.
- Tratamiento de enfermedades subyacentes.
La clave está en tomar al sueño como un pilar de la salud, y no como un simple momento de descanso. Dormir bien no es un lujo, es una necesidad vital.
(Con información de Infobae)