Una muerte que aún sacude a la música regional mexicana
El 25 de noviembre de 2006, Valentín Elizalde fue asesinado en Reynosa, Tamaulipas, tras un concierto. La noticia paralizó al país. Con solo 27 años, “El Gallo de Oro” era una de las figuras más queridas del género regional mexicano, símbolo de la nueva ola de intérpretes que mezclaban la nostalgia ranchera con el vértigo del narcocorrido.
Hoy, a casi dos décadas de su ejecución, nuevas declaraciones y evidencias arrojan luz sobre un caso que, lejos de haberse cerrado, sigue envuelto en teorías, silencios cómplices y la oscura sombra del crimen organizado.
El género musical que se convirtió en campo minado
En los últimos años, la música regional mexicana ha dejado de ser solo una expresión cultural del norte del país para convertirse también en un campo de alto riesgo.
Lo que en su momento eran simples “corridos” que narraban aventuras o desgracias, ha mutado en una narrativa peligrosa que coquetea —o choca de frente— con los intereses de grupos criminales.
Cada vez son más los artistas que, por decisión o coacción, se ven enredados en tramas de poder, amenazas y violencia. La línea entre la fama y la muerte, en este escenario, es cada vez más delgada.
El crimen: la emboscada en Reynosa
Tras un exitoso show en la Expo-Feria de Reynosa, Valentín Elizalde saludó a su público, subió a una Suburban y se retiró del recinto. A las 3:30 a.m., el vehículo fue interceptado por un grupo armado con rifles de alto poder: AK-47, AR-15 y .38 súper. El ataque fue brutal y certero.
El saldo fue fatal: Valentín, su representante Mario Mendoza y su chofer Reynaldo Ballesteros murieron en el lugar. Solo su primo, Fausto “Tano” Elizalde, sobrevivió. El operativo mostraba un nivel de planeación e intencionalidad que hacía impensable la versión de un asalto común.
¿La canción que firmó su sentencia?
Días después, las autoridades comenzaron a vincular el crimen con el narcotráfico. Una hipótesis tomó fuerza rápidamente: Elizalde había interpretado como última canción “A mis enemigos”, un tema considerado provocador por sus referencias violentas y tono desafiante.
Para algunos, fue una dedicatoria indirecta a Joaquín “El Chapo” Guzmán, líder del Cártel de Sinaloa.
Pero el verdadero detonante pudo haber sido el lugar donde la cantó: Tamaulipas, bastión del Cártel del Golfo y de su sanguinario brazo armado, Los Zetas. Interpretar una canción con contenido ofensivo para rivales de ese grupo fue interpretado, según algunas versiones, como una provocación imperdonable.
“Sigan chillando culebras
Las quitaré del camino
Y a los que en verdad me aprecian
Aquí tienen a un amigo”
Estas líneas, coreadas por miles, pudieron haber marcado el destino del cantante.
El contexto: un estado en guerra
Tamaulipas llevaba años siendo un epicentro del narcotráfico. En los 90, el Cártel del Golfo se consolidó con el apoyo de exmilitares del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE), quienes fundaron Los Zetas, considerados durante años como el grupo criminal más sanguinario de México.
En ese entorno, las presentaciones artísticas no eran inocentes: estaban bajo vigilancia, cruzadas por intereses territoriales y códigos de respeto no escritos, pero mortales si se violaban.
Los presuntos autores: Los Zetas
Testimonios posteriores señalaron que Jaime González Durán, alias “El Hummer”, uno de los fundadores de Los Zetas, estuvo presente la noche del crimen. Aunque nunca fue formalmente acusado por el asesinato, su nombre aparece recurrentemente en investigaciones extraoficiales.
En marzo de 2008 fue detenido Raúl Hernández Barrón, alias “El Flander I”, señalado como autor material del asesinato. Exmilitar y miembro de Los Zetas, fue capturado en Veracruz, pero años después murió en un enfrentamiento con fuerzas federales. El caso, sin embargo, no avanzó con claridad.
‘El Hummer’: capturado y sentenciado en EE.UU.
González Durán fue finalmente extraditado en 2022 a Estados Unidos, donde el 28 de febrero de 2025 se declaró culpable de conspiración para traficar cocaína y mariguana. En junio fue sentenciado a 35 años de prisión y se le confiscaron 792 millones de dólares.
El gobierno estadounidense lo responsabilizó de introducir más de 450 kilos de cocaína y 90 mil kilos de mariguana, además de participar en actos de violencia y sobornos a funcionarios.
Pese a todo, nunca se le procesó por el asesinato de Valentín Elizalde.
¿Y si no fue por una canción?
En mayo de 2025, Francisco “El Gallo” Elizalde, hermano de Valentín, ofreció una declaración que cambió el enfoque. En una entrevista para el programa “Al Rojo Vivo”, dijo que la canción “A mis enemigos” no fue dedicada a nadie en particular y que la teoría del narcotráfico podría no ser la única.
“Sí, apunta todo a que podía ser celos por una mujer. Quiero pensar que era una mujer que estaba ocupada, y que quizás tenía una relación con un hombre vinculado al narcotráfico. Puede ser. Pudo haber sido eso”.
De ser cierta esta versión, el asesinato de Valentín Elizalde no solo sería uno de los más mediáticos del mundo musical, sino también uno de los más trágicamente absurdos.
Entre el mito, la música y la muerte
Valentín Elizalde no fue el primero ni el último cantante víctima de la violencia. Pero su caso representa con dolorosa claridad cómo la música regional mexicana, con sus letras desafiantes, ha dejado de ser solo arte popular para convertirse en parte del tablero de una guerra sin reglas.
Su muerte sigue siendo un espejo que refleja la realidad de un país donde cantar puede ser tan peligroso como delinquir, y donde la cultura popular baila —a veces sin saberlo— en el filo de la navaja.