En el corazón del Triángulo Dorado, el bastión de El Chapo Guzmán ya no le pertenece a su familia. La facción de los Zambada toma el control del municipio, mientras el Gobierno Federal asegura que el Cártel de Sinaloa ha sido mermado. ¿Narrativa oficial o negación de una guerra visible?.
La otra cara del discurso oficial
Mientras el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, afirmaba en conferencia de prensa en Culiacán que las organizaciones criminales en Sinaloa han sido debilitadas, en las montañas de Badiraguato —el histórico bastión de los Guzmán—, una nueva bandera narca ondea con fuerza: la de los Mayos Flacos.
“Definitivamente las organizaciones criminales han sido mermadas […] ya no tienen la misma capacidad de fuego”, sostuvo Harfuch ante medios locales el domingo 21 de julio.
Pero el pulso de la tierra caliente de Sinaloa cuenta otra historia. Según testimonios, retenes ilegales, grafitis con las letras “MF” y la presencia de hombres armados en motos son parte del nuevo paisaje.
“Ya no son los de antes”, comenta Mariana, habitante de Badiraguato, en alusión a los nuevos grupos que vigilan las comunidades.
Los Zambada avanzan mientras los Guzmán retroceden
La fractura del Cártel de Sinaloa es cada vez más profunda. Según reportes de inteligencia y periodistas locales, la ruptura entre las familias Zambada y Guzmán se recrudeció tras la supuesta detención de Ismael “El Mayo” Zambada García, quien fue secuestrado en julio por Joaquín Guzmán López, hijo de El Chapo.
Desde entonces, el conflicto dejó una estela de bloqueos, enfrentamientos y más de 1.600 asesinatos, sin contar más de 1.900 personas desaparecidas en el estado, de acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
El regreso de la vieja escuela narca
En los pueblos como La Tuna, Surutato, Santiago de los Caballeros o Huixopa, donde antes dominaban los Guzmán, ahora gobierna el miedo y las siglas MF. Prohíben grabar, tomar fotos y mucho menos denunciar. Se imponen códigos silenciosos bajo la amenaza de la violencia.
Mientras tanto, El Guano Guzmán —hermano de El Chapo y uno de los últimos capos libres de la vieja guardia— mantiene su presencia en la zona, aunque su control parece limitado frente a la ofensiva de los Mayos Flacos, liderados por Ismael Zambada Sicairos, alias “Mayito Flaco”.
El Triángulo Dorado: donde todo comenzó… y continúa
Desde la década de los 70, la región de Badiraguato ha sido protagonista del narcotráfico mexicano. La combinación de geografía montañosa, rutas clandestinas y pobreza estructural convirtió a sus campesinos en cultivadores de amapola y mariguana. Luego vinieron las metanfetaminas y los laboratorios.
“Ellos son los narcos, nosotros solo hacíamos crecer las plantas. No somos ricos”, afirma Manuel, campesino de Santiago de los Caballeros.
Y no miente. La desigualdad estructural sigue siendo el mejor terreno para la siembra del crimen organizado. El Estado brilla por su ausencia, mientras los cárteles siguen ofreciendo lo que las instituciones no: protección, ingresos, autoridad.
El espejismo del “control”
Mientras el discurso oficial celebra la disminución de bloqueos y la ausencia de convoyes, la realidad en campo muestra una mutación: ya no hay grandes caravanas, sino células móviles, mejor organizadas y más infiltradas en la vida diaria.
¿Se ha debilitado el Cártel de Sinaloa o se ha transformado?
La respuesta puede estar más cerca de lo segundo. El conflicto no ha terminado: solo cambió de forma y rostro.
La lucha por Sinaloa está lejos de resolverse. Lo que para algunos en la capital es un avance en seguridad, para los habitantes de Badiraguato es apenas una pausa entre dos fuegos.
El Gobierno Federal puede presumir cifras, pero mientras los Mayos Flacos pinten sus iniciales en las paredes de los pueblos, la narrativa oficial seguirá siendo un espejismo.