Los Zetas “radioactivos”: una hielera con material nuclear desata paranoia en la frontera

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Una operación que rozó la catástrofe

En octubre de 2024, una conversación telefónica interceptada por agencias de inteligencia de Estados Unidos encendió las alarmas en los más altos niveles de seguridad nacional.

El protagonista era un comandante del Cartel del Noreste (CDN), grupo surgido de los remanentes de los temidos Zetas, quien ordenaba el cruce de una “encomienda de alto valor” desde Monterrey hacia Laredo, Texas. La carga: una hielera de camping con material radioactivo.

La encomienda no era droga, dinero ni armas, sino una sustancia que bien podría usarse para un “dispositivo de dispersión radiológica”, más conocido como bomba sucia.

El objetivo real del cargamento sigue siendo una incógnita, pero el nivel de protección que le asignaron —15 sicarios del CDN armados y entrenados— sugiere que era algo más que una simple operación de contrabando.


Material radioactivo cruzando el Río Bravo

El plan era tan simple como perturbador. Los criminales pretendían cruzar la hielera como si se tratara de un migrante más, utilizando una balsa inflable para navegar clandestinamente por el Río Bravo, bordeando los sistemas de detección convencionales.

En territorio estadounidense, miembros del CDN ya estaban listos para recibir el paquete.

Sin embargo, los planes fueron saboteados antes de concretarse. Alertadas por inteligencia, la Patrulla Fronteriza y el Departamento de Seguridad Pública de Texas montaron un operativo silencioso. Desde drones hasta vigilancia terrestre, todo estaba dispuesto para evitar el paso del cargamento.

Los videos obtenidos por fuentes oficiales muestran a los sicarios cruzando a nado, empujando la balsa. En plena travesía, al detectar la presencia de agentes estadounidenses ocultos en la ribera, decidieron abortar la misión. Volvieron apresuradamente a territorio mexicano.


Una cabeza como mensaje

El fracaso no quedó impune. Al día siguiente, el lugarteniente del CDN encargado de la operación apareció decapitado en una calle de Nuevo Laredo. Su cabeza, dejada como señal mafiosa, era un mensaje brutal: el error cuesta la vida.

Según una fuente federal con conocimiento directo del caso, que solicitó el anonimato, el castigo fue inmediato y ejemplar.

Este tipo de represalias internas refleja la verticalidad y la brutalidad con la que operan estos cárteles militarizados. No se toleran fallos, especialmente en operativos que involucran materiales que podrían causar pánico internacional.


¿Qué transportaban realmente?

El mayor misterio sigue sin resolverse: ¿qué tipo exacto de material radioactivo contenía la hielera? ¿Y para qué sería usado? Aunque el operativo no culminó en decomisos ni arrestos, la información filtrada sugiere que podría tratarse de Cesio-137 o Iridio-192, materiales utilizados en la industria médica y energética, pero potencialmente letales en manos equivocadas.

Esto revive el temor a que los cárteles mexicanos estén intentando diversificarse hacia formas de terrorismo químico o radiológico, una línea que durante años parecía impensable, pero que hoy cobra una inquietante plausibilidad.


Resumen cronológico de los hechos:

  • Octubre 2024: Inteligencia de EE.UU. intercepta llamadas del CDN sobre una operación con material de alto riesgo.
  • Arribo del envío: La hielera llega a Nuevo Laredo desde Monterrey; es resguardada en una casa de seguridad.
  • Alerta: Patrulla Fronteriza y DPS de Texas entran en acción tras recibir información de inteligencia.
  • Intento de cruce: Los sicarios intentan cruzar el material por el río Bravo en una balsa inflable.
  • Abortan misión: Al detectar vigilancia estadounidense, los criminales regresan a México.
  • Reprensión inmediata: El lugarteniente responsable aparece decapitado en Nuevo Laredo.

Un nuevo umbral del crimen

Este operativo frustrado es más que un hecho aislado. Es un indicio de que los cárteles no solo dominan territorios y rutas; también están explorando tecnologías y materiales peligrosos, como los radioactivos, que tradicionalmente solo preocupaban a agencias antiterroristas.

El silencio oficial sobre el contenido de la hielera y la falta de arrestos solo alimentan la sospecha: ¿cuántas veces ha ocurrido algo similar sin que lo sepamos?

México y Estados Unidos deben prepararse para una nueva fase del crimen organizado: una donde el riesgo ya no es solo la violencia, sino el desastre a escala radiológica.