Publicado por Josep M. Fericgla el 

I. Consumo de ayahuasca en el mundo

Hay un creciente y comprensible interés por los posibles efectos negativos y potenciales peligros de la ayahuasca. La mixtura está de moda y en numerosos círculos sociales, un tanto pueriles, parece que se considera el remedio para casi todo dolor anímico y vacío espiritual.

De eso también deriva el que algunas personas, tras haber experimentado unas pocas veces con la mixtura, se creen con autoridad para escribir libros sobre el tema y hasta para dirigir sesiones.

Y no, no funciona así. Personalmente, y tengo sólidos argumentos para afirmarlo, considero la ayahuasca un excelente tratamiento para la neurosis.

En este sentido, pues, es la receta necesaria para el mundo actual —creo que, de ahí, la sorprendente expansión por Occidente desde finales del siglo XX, a pesar de la legislación prohibicionista—.

Pero ni hay que exagerar sus virtudes ni tampoco los riesgos de este enteógeno que hoy, como apunta Jonathan Ott, ya es panamazónico.

Para ello he escrito el presente texto, para puntualizar de forma genérica los riesgos de la ayahuasca

Para empezar, se suele traducir el universalizado término quichua «ayahuasca» por «liana de los muertos», otorgándole una connotación tétrica y oscura, cuando la expresión original es esencialmente distinta.

El vocablo quichua aya- es de compleja traducción ya que, por un lado, puede significar «el poder y la energía de la Naturaleza», que se traduce libremente por «el espíritu masculino activo y desequilibrador de la Naturaleza», a la vez que significa «el espíritu del difunto» o más completamente «lo que queda después de morir el cuerpo».

Por su lado, –hoasca significa liana o bejuco. Así pues, el término quichua popularizado para referirnos a la mixtura visionaria viene a significar «la liana que lleva allí donde está lo que queda tras la muerte del cuerpo», o «el bejuco que une el mundo de los vivos con los espíritus», con un sentido más completo, espiritual, esperanzador y, probablemente, también más objetivo que la traducción popularizada.

Gracias a un importante estudio del antropólogo Carlos Suárez, publicado por la fundación ICEERS en junio de 2023 (SUÁREZ, C., 2023 [[1]]), sabemos que, en el año 2019, hubo aproximadamente 820.000 individuos que consumieron ayahuasca en los países del mundo post-industrializado de los que hay datos aproximados, pero fiables —EEUU, Brasil, España, Países Bajos, Uruguay, Rep. Checa, Nueva Zelanda y Estonia—.

Tal cantidad de consumidores se traduce en unas cinco millones y medio de tomas durante el 2019. No hay datos de otros países donde se sabe que también hay un consumo establecido (Japón, Italia, Francia, Alemania, Canadá…), ni de los grupos indígenas amazónicos y andinos de los que se puede afirmar que usan la ayahuasca desde hace siglos —a pesar de la discusión cuestionando la antigüedad de dicho consumo, hecho del que hay numerosas evidencias etnolingüísticas y paleobotánicas, por ejemplo, la gran cantidad de distintos vocablos locales para designar la mixtura—.

Por ello, es de inferir que el número de dosis consumidas el año 2019 fue mayor que el calculado en el estudio de C. Suárez partiendo de los datos objetivos a su alcance. También se puede desprender que en los años posteriores al 2019 tal consumo ha ido creciendo.

Por otro lado, el mismo autor anuncia un hecho interesante resultado de su investigación. Tras analizar numerosos datos, se concluye que unos cuatro millones de personas han probado la ayahuasca en algún momento de su vida, de las que únicamente el 10% —unas cuatrocientas mil personas— pertenecen a grupos indígenas en los que el efecto visionario de la ayahuasca es una columna vertebral en sus sistemas tradicionales de conocimiento. 

Los datos ofrecidos en las líneas anteriores sobre la difusión del consumo de ayahuasca tienen un elevado valor para comprender su expansión y las implicaciones sociales, económicas, psicológicas y medioambientales que conlleva.

También pueden ayudar a aclarar el supuesto y dramatizado «peligro» de la ayahuasca [[2]]. En definitiva, todo ello pone de manifiesto el enorme impacto que está teniendo la globalización de esta medicina vegetal.

II. Muertes atribuidas a la mixtura

Entre los años 1994 y 2022, hay registrados 58 casos de muerte atribuidos al efecto de la mixtura panamazónica.

Gracias a otro minucioso seguimiento realizado por el mismo investigador afincado en la Amazonía colombiana, C. Suárez, sabemos que de las 58 muertes en todo el mundo imputadas a la ayahuasca, ni una sola autopsia las ha atribuido a una intoxicación debida a la mixtura  —si nos referimos concretamente al preparado tradicional elaborado a base de Banisteriopsis caapi y Psychotria viridis, Diplopterys cabrerana o alguna otra variedad vegetal de las usadas tradicionalmente—.

Resulta que, en 13 de los 58 casos de muerte arrogada a la ayahuasca, el sujeto no había consumido ayahuasca desde muchas horas antes del suceso; en otros 16 casos es probable que se debiera a una reacción adversa entre algún medicamento que estaba tomando el individuo y tal vez la mixtura; y en otros 2 casos, la muerte se debió a un ataque cardíaco.

Queda flotando la duda sobre los restantes 27 de los 58 casos —a lo largo de 29 años— en los que hay alguna probabilidad de que la muerte se debiera al consumo de ayahuasca, a pesar de que, repito, ninguna autopsia lo ha confirmado. 

Haciendo un cálculo global e inevitablemente inexacto, multiplicar un promedio de cinco millones de dosis al año por 29 años, arroja una cifra de 145.000.000 de dosis consumidas.

Dividiendo los 27 casos de muerte durante este periodo, dudosamente atribuibles a la ayahuasca, por la cantidad de dosis consumidas en los 29 años de control, da la ínfima cifra de 0.00000018 muertes posibles por dosis.

O lo que es lo mismo, 0.018 muertes por cada cien mil dosis consumidas. Por otro lado, los poquísimos casos de muerte asociada a la mixtura probablemente podrían haberse evitado si las experiencias se hubieran ceñido a las mínimas normas de seguridad.

Este juego de cifras que hemos realizado a título meramente ilustrativo puede compararse con el riesgo que conlleva el consumo de un medicamento tan aceptado y de libre adquisición como es la universal aspirina, uno de los remedios más antiguos de la humanidad —en el siglo IV a.C. Hipócrates ya describió las virtudes analgésicas de la corteza y hojas del sauce, de donde se extrae el ácido acetilsalicílico—.

Varios estudios clínicos independientes —por ejemplo, Peter Rothwell, Univ. de Oxford, 2017 [[3]], y Sociedad Española de Cardiología, 2018 [[4]]—, indican que el consumo de aspirina causa alrededor de 20.000 hemorragias y, al menos,3.000 muertes al año.

Para realizar una comparación científica válida entre el índice de defunciones atribuidas a la ayahuasca y a la aspirina, obviamente, sería imprescindible poner sobre la mesa otras numerosas variables —consumo de comprimidos de aspirina por cada X miles de habitantes, motivo de las muertes atribuidas a la aspirina, patologías previas, etc.—, algo que no contemplamos hacer ya que el interés aquí solo es ofrecer una imagen que ayude a dimensionar el (casi) nulo peligro de la ayahuasca.  

Otros datos sociológicos pueden ayudar a redondear la imagen. Según la encuesta citada y publicada por la fundación ICEERS, el 62% de los informantes consumidores de la mixtura tienen como mínimo una titulación universitaria acabada  —cifra superior a la media que, según publica la Fundación BBVA, en España es el 32,2% de las personas de más de 15 años las que han acabado estudios superiores—.

El 60% de la muestra encuestada desempeña puestos laborales directivos, el 94% afirma tomar ayahuasca solo en contextos rituales [[5]].

Es decir, el perfil del consumidor occidental medio es el de una persona culta, probablemente responsable y prudente por su cargo laboral y económicamente solvente, lejos de la falsa imagen del lumpen solitario y delincuente atribuida a los consumidores de psicótropos. 

En el caso de los numerosos pueblos nativos en los que el consumo de aya-huasca forma parte de sus tradiciones ancestrales, cabe afirmar que, a menudo, es un apreciado recurso natural usado por parte de las mujeres durante el embarazo, el parto y la lactancia (FERICGLA, 2022 a, “Ayahuasca, embarazo y lactancia” [[6]]).  

En definitiva, se puede afirmar que el consumo de ayahuasca casi carece de peligro si se da dentro de un marco ritual adecuado, incluyendo en ello el que la persona que dirige la «sesión», «ceremonia», «rito» o «trabajo psicoterapéutico», según se denomine con un término u otro, tenga la madurez personal, el profundo respeto que requiere la experiencia y la preparación técnica necesaria. 

Dado que la ayahuasca abre las puertas de la percepción, propulsa un cambio drástico en la cosmovisión del sujeto y la persona que dirige la experiencia debe ser capaz de con-formar —dar forma— tal estado cognitivo abierto, de fuera de la realidad contextual habitual.

De ahí que, en toda experiencia con ayahuasca, es literalmente más importante quién la da que quién la toma, y en el caso de Occidente no abundan los individuos capaces de dirigir o guiar una sesión con profundo conocimiento de causa, evitando las transferencias y contratransferencias, limpios de intenciones y honestos, discretos, omnicomprensivos y capaces de ofrecer una nueva cosmovisión útil a los participantes (ver FERICGLA, 2022 b, “¿Cómo distinguir un buen psicoterapeuta?” [[7]]).

De ahí que algunos líderes nativos amazónicos y andinos han acuñado la expresión «extractivismo espiritual» para referirse a la alarmante tendencia de los occidentales a apropiarse, sin contrapartida a cambio, de sus conocimientos tanto espirituales como ecológicos, ámbitos que en sus cosmovisiones forman una sola unidad existencial.

III. Riesgos

Las preguntas que flotan en el ambiente relacionadas con el tema del presente escrito suelen formularse así: «el consumo de ayahuasca ¿puede convertirse en una adicción? ¿hay peligro de sufrir un brote psicótico, una crisis emocional o una des-compensación psicológica bajo el efecto de la ayahuasca?».

La respuesta a la primera pregunta es un rotundo no. El encuentro con los abismos internos suele ser tan inmenso que, a menudo, el sujeto queda aturdido y desconcertado por la experiencia extática y por las responsabilidades arquetípicas que siente sobre su existencia —es frecuente sentir el dolor del mundo, el amor primordial, el peso del linaje— que deviene impensable la simple posibilidad de una adicción a la mixtura.

La respuesta a la segunda pregunta es que, si se hacen las cosas razonablemente bien, no hay más peligro que el que deriva del encuentro de cada uno con sus propias profundidades psicológicas o la inflación del ego, cuando ocurre [[8]].

No hay registro de brotes psicóticos debidos al consumo de ayahuasca. Entre otras cosas porque las personas que han sufrido tal grave trastorno suelen evitar situ-aciones en las que pueda repetirse su dolor y caos interno.

Lo que sucede a veces, y aunque no dispongamos de estadísticas puedo afirmar que es muy infrecuente, es que algunas personas presentan síntomas de cierta ansiedad y, en algún caso muy aislado, incluso momentáneas crisis de pánico.

La causa hay que buscarla, dicho en términos psicoanalíticos, en el material inconsciente censurado por la personalidad que surge súbitamente a borbotones desde el «espíritu de los abismos», en expresión junguiana, hasta la dimensión consciente del sujeto, y hasta su cuerpo.

Abrir las puertas de la percepción y ver el mundo tal como es, infinito, siendo toda la realidad un cúmulo de energía vibracional, implica disolver temporalmente las barreras psicológicas, las nubes que nos mantienen aislados de los irracionales contenidos internos.

A veces, tal tormentosa experiencia suele denominarse con la equívoca expre-sión de «malos viajes» aunque, con más ecuanimidad, debería denominarse «proceso desafiante». Procesos que desafían la rigidez y estimulan o incluso fuerzan una mayor flexibilidad psicológica.

En algunos casos aislados y extremos se trata de verdaderas «emergencias espirituales», según la descripción realizada por Stanislav y Cristina Grof (GROF, 1996 [[9]]), experiencias de un abrupto despertar existencial que deben ser entendidas como saltos en el camino evolutivo del sujeto.

Es decir, las personas de carácter rígido y con severas y a menudo dolorosas corazas musculares y en las fascias son las que tienen más predisposición para experimentar procesos desafiantes —que desafían su intransigencia defensiva—, pero, aunque el sujeto haya tenido una experiencia infernal, pasados unas horas o máximo algunos pocos días se siente bien, animado e incluso renovado y contento de la experiencia.

Como dijo Henri Bergson comentando las experiencias de William Blake con óxido de nitrato  —aplicable a los procesos desafiantes con ayahuasca—, tal experiencia infernal es estresante, pero puede ser extremadamente saludable. Hay mucha gente a quien pasar un par de horas en el infierno que ellos mismos han dedicado tanto para crear, les haría muchísimo bien.

No es extraño que la mayor parte de personas que atraviesan un duro proceso desafiante en alguna sesión de ayahuasca, pasadas unas horas consideren la expe-riencia como algo muy positivo porque les ha ayudado a tomar consciencia de sus dinámicas internas y de lo que podríamos denominar «su lugar en el cosmos».

El punto clave, insisto, es el proceso posterior de elaboración e integración de la experiencia, que se resume en desvelar su sentido profundo, proceso que depende del contexto, del sistema simbólico y de la pericia de la persona que dirige la experiencia. 

Por su lado, la mencionada expresión «flexibilidad psicológica» se refiere a uno de los beneficios que reporta a corto y medio plazo el uso adecuado de la mixtura.

Se puede definir como el conjunto de habilidades psicológicas que necesita desarrollar el ser humano para ser capaz de fluir en la vida, para vivir con una mejor capacidad de adaptación al contexto y a los cambios endógenos.

Hace más de tres décadas describí el efecto de los enteógenos o psicótropos en tanto que «adaptógenos inespecíficos», denominación que creo sigue siendo precisa y válida (FERICGLA, J.Mª, 1993 [[10]]). 

Así pues, la flexibilidad psicológica es especialmente necesaria cuando el sujeto debe enfrentarse y lidiar con obsesivos pensamientos circulares, con emociones negativas, con experiencias o situaciones difíciles usando para ello su capacidad de aceptación, de estar en contacto con el presente, de aplicar la defusión cognitiva usando el propio “yo” como contexto, es decir de pensar sobre su propio pensamiento.

La flexibilidad psicológica que espolea el consumo de la mixtura amazónica implica tener presente los valores trascendentes y organizar la vida a partir de acciones comprometidas.

Gracias a los estudios de la ciencia contextual, el concepto de flexi-bilidad psicológica está tomando cada vez más relevancia dentro de los abordajes clínicos de los Estados Expandidos de Consciencia basados en evidencias.

En otra palabras, una persona con flexibilidad psicológica  —insisto, habilidad que se desarrolla gracias al efecto de la ayahuasca bien tomada— se caracteriza por su capacidad para aceptar las experiencias sin catalogarlas como buenas o malas, por intentar ser consciente y estar en el instante presente a la vez que es capaz de expe-rimentar pensamientos difíciles sin quedarse atrapado por ellos durante un tiempo excesivo, por ser capaz de mantener una perspectiva amplia cuando se enfrenta a situaciones difíciles y, a pesar de ellas y de los contratiempos, continúa focalizada hacia sus objetivos.

Una persona con buena flexibilidad psicológica es aquella capaz de mantener sus valores como guía de su existencia.

Además de las experiencias desafiantes, otra eventualidad a tener en cuenta en un trabajo con ayahuasca es la lipotimia, causada por una caída de la tensión arterial o de la glucosa entre otros posibles motivos.

Según mis observaciones, se dan casos de lipotimia en menos del 0.5% de las personas que consumen la mixtura, desencadenando una corta pérdida de la consciencia, precedida de un característico ronquido, que suele durar unos pocos minutos seguidos de una recuperación rápida y completa.

En estos casos muy infrecuentes, si la persona está sentada puede desplomarse sobre el suelo, siendo el único peligro que caiga sobre algún objeto que la pueda dañar ligeramente.

La solución ante tal percance es acostar el sujeto boca arriba, levantar sus piernas para facilitar el retorno de la sangre al cerebro, evitar que se enfríe caso de que haga frío y, en casos extremos, colocarla de costado para que expulse los vómitos si se diera el caso.

IV. ¿Cuándo es adecuado tomar ayahuasca?

Llegados a este punto, es razonable que una persona interesada en la mixtura y en sus efectos, se pregunte «Bien, hay pocos riesgos, entonces ¿cuándo es adecuado tomar ayahuasca?».

La respuesta genérica es en momentos de cambio vital, en situaciones que requieran llegar a la fuente de los propios recursos adaptógenos, despertarlos y aprovecharlos —separaciones y duelos, cambio de trabajo, en la adolescencia y en la entrada a la vejez, en estados de confusión existencial.

Se puede recurrir a la mixtura en situaciones traumáticas, terremotos, violaciones… es decir, siempre que el mundo externo invade el mundo interno y la persona queda fragmentada. En estas situaciones es básico recuperar la integridad interior y la ayahuasca tiene un claro y poderoso efecto psicointegrador. 

Tras ello puede seguir otra pregunta importante, además del cuándo «¿para qué tomar el enteógeno panamazónico?».

Respuesta esquemática: para descubrir dentro de uno mismo aquello que la persona quiere realmente ser, sus objetivos vitales y existenciales.

También es adecuado para recobrar la evaporada experiencia espiritual entendida como la esencia energética de la persona, como la dimensión trascendente de donde surge lo fenoménico.

Cuando el sujeto desconecta de su inefable y trascendente dimensión espiritual, del Ser; cuando una persona vive solo respondiendo a las exigencias del mundo externo, suele enfermar de neurosis que, en casos graves fácilmente deriva en adicciones, depresión, incluso en tumores y en otras enfermedades psicosomáticas.

La mixtura también actúa como propulsora para recuperar la conexión con el propio linaje familiar y étnico, con el pasado del que venimos y con el que estamos sistémicamente enlazados, y desde esta conexión con su origen el individuo puede proyectarse hacia el futuro con tolerancia y respeto —la tan extendida intolerancia es hija de la superficialidad, de la falta de raíces que reducen al sujeto y a la sociedad a no ser capaz de aceptar «más que lo mío».

Cuando se abren las puertas hacia el propio linaje se suele ganar en tolerancia y respeto.

Recuperando la pregunta inicial, ¿quién no debería tomar ayahuasca? Las personas con ciertas enfermedades agudas, los individuos psicóticos, esquizoides y bipolares que carecen de un “yo” estable, de una estructura de personalidad que les permita un contacto con la realidad contextual tal y como la entienden y sienten los demás.

Tampoco es recomendable el consumo de ayahuasca para personas con problemas cardíacos agudos, no porque la mixtura afecte el órgano cardíaco ni la tensión arterial, sino porque abre el campo bioenergético emocional y la persona puede sufrir algún colapso ante la intensidad psicológica de la experiencia.

En sentido contrario, pueden tomar la mixtura las personas que sufren de depresión y los enfermos de cáncer, en cuyo caso hay numerosos indicios de alivio o, como mínimo, de comprensión de la etiología de la enfermedad.

Las personas con alguna adicción, ya que las adicciones surgen de desconectar del sentido profundo y trascendente de la vida, del Ser interno y de los propios recursos adaptativos. 

Hoy se idolatra la razón y el mundo digital bidimensional, y la ayahuasca permite que las personas recuperen el olvidado «sentido común» [[11]], la experiencia de una comunidad real o el necesario grupo de pertenencia y los valores espirituales que dan sentido a la mera existencia cotidiana.

Entonces, ¿cuál es el motivo de tanto problema legal y académico para reconocer oficialmente los beneficios de la mixtura, conocidos y usados desde tiempos inmemoriales en una gran parte de la Amazonía y de los Andes, y ahora por la ciencia de vanguardia? Una respuesta cabe buscarla en el hecho de que la ayahuasca era la medicina de los pueblos vencidos, siendo por ello considerada durante siglos como una execrable superstición.

Aunque lo parezca, hoy no estamos muy lejos de ello, solo que en lugar de considerar el consumo de ayahuasca una práctica supersticiosa, se está banalizando como algo exótico.

Es objeto de extractivismo espiritual por parte de Occidente a la vez que seguimos sin hacer investigaciones a gran escala sobre su potencial —por ejemplo, contratando a un cierto número de chamanes o taitas amazónicos y andinos para que traten a un grupo significativo de adictos de un país y estudiar los resultados, ya que, desde luego, en caso de triunfo sería una burla para la intocable medicina oficial. 

Así pues, tomar o no tomar ayahuasca no es la pregunta, sino la respuesta misma.

Campus Can Benet Vives

Febrero de 2025

josep
josep

[1]— ver en: https://www.iceers.org/es/ayahuasca-consumo-global-muertes/

[2]— La información ofrecida aquí es una mera pincelada. Para una información más extensa, consultar: https://www.iceers.org/es/informe-ayadeaths/ o el informe ejecutivo que se ofrece en:  

https://www.iceers.org/wp-content/uploads/ICEERS_Ayahuasca_deaths_es.pdf

https://www.iceers.org/es/informe-ayadeaths

[3]— https://theobjective.com/sociedad/mundo-ethos/2017-06-14/un-estudio-asegura-que-la-aspirina-ha-causado-al-menos-3-000-muertes/

[4]— https://secardiologia.es/blog/10041-aspirina-en-prevencion-primaria-en-ancianos-no-gracias

[5]— Según el mencionado estudio de Carlos Suárez, los 232 centros registrados donde se ofrecen retiros con ayahuasca se dividen en estos países: 173 centros están en Perú, 20 en Costa Rica, 14 en Colombia y 13 en Ecuador. Entre todos reciben unas 62.000 personas al año. Se deja fuera del cálculo Brasil, ya que los miles de consumidores de ayahuasca lo hacen dentro de los nuevos sincretismos religiosos (Santo Daime, UdV, La Barquiña).

[6]— FERICGLA, Josep Mª, 2022 a, Journal of Transpersonal Research, Vol. 14 (1), e-ISSN: 1989-6077 p-ISSN: 2307-6607, pág. 61 a 70. https://www.transpersonaljournal.com/es/component/edocman/jtr-all-root-es/vol-jtr-2022-14-1/vol-jtr-2022-14-1-estudios-teoricos.html?Itemid=551

[7]— FERICGLA, Josep Mª, 2022 b, “¿Cómo distinguir un buen psicoterapeuta?”, en Journal of Transpersonal Research, Vol. 14, Issue 1, e-ISSN: 1989-6077 p-ISSN: 2307-6607, pág.97 a 107. https://www.transpersonaljournal.com/es/component/edocman/jtr-all-root-es/vol-jtr-2022-14-1/vol-jtr-2022-14-1-reflexiones.html?Itemid=551

[8]— Para una explicación extensa del peligro de la inflación del ego y de otros peligros psicológicos derivados de los Estados Expandidos de Consciencia, sugiero leer mi libro EPOPTEIA. Avanzar sin olvidar, FERICGLA, J.Mª, 6ª edición corregida en 2024, Ed. Escola de Vida, Barcelona.  Está dedicado a describir y avisar de tales peligros, así como a sugerir soluciones aplicadas.

[9]— GROF, Stalislav y Cristina, 1996, La Tormentosa búsqueda del serUna guía para el crecimiento personal a través de la emergencia espiritual, Liebre de Marzo, Barcelona.

[10]— FERICGLA, Josep Mª, 1993, «¿Alucinógenos o adaptógenos inespecíficos? Propuesta teórica para una innovación del estudio de los mecanismos cognitivos de adaptación cultural», en Revista de Antropología Social, nº 2, ed. Universidad Complutense, Dep. de Antropología Social, Madrid, pág. 167-183. 

[11]— Por sentido común entendemos el conjunto de conocimientos y creencias compartidos por una comunidad y considerados como prudentes, lógicos o válidos. Se trata de la capacidad natural de juzgar los acontecimientos y eventos de forma razonable y sin cargas emocionales desproporcionadas.