Han pasado 24 años desde aquel 24 de octubre de 1998, una fecha que marcó para siempre la historia de Loreto y del país. Ese día, la indignación del pueblo amazónico estalló en las calles de Iquitos, tras conocerse la cesión de Pijuayal y Saramiriza al Ecuador como parte del tratado de paz impulsado por el gobierno de Alberto Fujimori.
La jornada, que terminó con la muerte de cinco loretanos —Corina Coral Arana, Katherine Echevarría, Jorge Valles Sinarahua, Luis Alvarado Curi y Gabriel Shapiama Ríos—, fue una expresión de rechazo y dolor ante la corrupción, el abandono estatal y las decisiones políticas que atentaban contra la soberanía regional.
La protesta se encendió frente a la Plaza 28 de Julio, donde el entonces presidente del CTAR-Loreto, Tomás Gonzales Reátegui, había organizado un acto oficial de respaldo al gobierno central. Sin embargo, los ciudadanos —liderados por el Frente Patriótico de Loreto (FPL)— irrumpieron para recuperar el pabellón nacional y rechazar lo que consideraban una humillación a la patria.
El día que Iquitos se levantó
Mujeres vestidas de negro, estudiantes universitarios y trabajadores públicos salieron a las calles para exigir respeto al territorio nacional. La tensión se desbordó cuando se reportó la presencia del exministro Villanueva Ruesta en el hotel Royal. Una camioneta que intentaba evacuar a las autoridades arrolló y mató a Corina Coral y su nieta, desatando la furia del pueblo.
La respuesta fue inmediata: carros, hoteles e instituciones públicas ardieron en llamas. La Sunat, la Contraloría, el CTAR y Canal 7 fueron algunos de los blancos de la ira colectiva. Lo que empezó como una protesta contra el Tratado de Itamaraty se transformó en un grito nacional contra la corrupción y el autoritarismo del régimen fujimorista.
El día después
Al amanecer del 25 de octubre, Iquitos amaneció devastado, pero unido. La destrucción material contrastaba con el sentimiento de dignidad y resistencia que embargaba a los ciudadanos. La sangre derramada se convirtió en símbolo de un pueblo que se negó a ser silenciado.
Para muchos, aquella revuelta representó el inicio del declive político de Fujimori y Montesinos, quienes años después serían encarcelados por corrupción y violaciones a los derechos humanos.
Hoy, más de dos décadas después, el recuerdo sigue vivo. Loreto enfrenta nuevos desafíos, pero la memoria colectiva de aquel día permanece como una advertencia y una inspiración.
“Esperemos que nunca más haya violencia ni muertes, pero que el pueblo vuelva a hacerse escuchar”, dicen los sobrevivientes y testigos de aquella jornada que cambió la historia de la Amazonía peruana.

