Lima Norte bajo fuego: alias ‘El Monstruo’ pierde poder y nuevas mafias desatan una guerra sin cuartel

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Un escenario de violencia que ya no distingue víctimas

El norte de Lima atraviesa una de las peores crisis de seguridad en los últimos años. Alias ‘El Monstruo’, considerado hasta hace poco el intocable líder de Carabayllo, ha perdido terreno frente a nuevas organizaciones criminales que operan con violencia desmedida.

Los ataques con explosivos, las ejecuciones a sangre fría y la imposición de cupos se han convertido en una práctica cotidiana que no solo afecta a transportistas, sino también a ingenieros, comerciantes y empresarios locales.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), los delitos de extorsión en Lima Metropolitana se han incrementado en los últimos tres años, con un impacto particular en los distritos del Cono Norte.

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La delincuencia en Perú ha alcanzado un nivel crítico, con el crimen organizado imponiendo su dominio en varias regiones. (Composición: Infobae)

La irrupción de nuevas bandas en el Cono Norte

En este vacío de poder ha surgido la llamada “Mafia”, grupo que se atribuyó mediante panfletos ataques a obras municipales y comercios en Carabayllo e Independencia. Entre los hechos más graves figura el atentado contra una ingeniera de 27 años baleada en plena obra pública, hecho que paralizó el proyecto de inmediato.

Paralelamente, bandas como los Deza y los Jorobas han extendido su influencia en Comas, San Martín de Porres y Los Olivos.

Estas organizaciones no solo disputan el control de rutas de transporte, sino también la administración de cupos en proyectos públicos. La Policía Nacional del Perú (PNP) ha reconocido que la fragmentación de los grupos delictivos ha incrementado la violencia armada.


El declive del ‘Monstruo’ y la sombra de sus enemigos

Alias ‘El Monstruo’, quien durante años impuso su dominio en Carabayllo, enfrenta hoy la presión de rivales que buscan desplazarlo. Fuentes policiales señalan que su propia red se debilitó tras las amenazas directas contra sus familiares, lo que facilitó el avance de nuevas facciones.

Personajes como alias ‘Timothy’, un expolicía con vínculos internacionales, y alias ‘Viejo Dolmos’, ligado a obras municipales, han capitalizado este escenario.

Aunque algunos cabecillas están presos, sus estructuras operan mediante jóvenes sicarios que difunden ataques en redes sociales como demostración de poder.


Víctimas de una guerra sin reglas

El sector transporte es el más golpeado: más de 40 choferes y empresarios han sido asesinados en el último año solo en Lima Norte, según reportes del Ministerio del Interior.

Las mafias imponen pagos por ruta, destino o simplemente por circular en determinados sectores, convirtiendo cada día de trabajo en una ruleta rusa para los conductores.

El comercio tampoco escapa. Restobares, bodegas y ferreterías han sido blanco de atentados con explosivos, incluso grabados y difundidos como advertencia pública. La violencia no discrimina ni horarios ni zonas, sembrando temor entre los vecinos que conviven con este flagelo.


El negocio oculto detrás de la extorsión

Las mafias han diversificado sus delitos: control de transporte, obras públicas y, paralelamente, trata de personas y explotación sexual, vinculados a remanentes del Tren de Aragua.

Aunque la Policía ha realizado operativos importantes en Lima Norte, el Observatorio Nacional de Seguridad Ciudadana del Ministerio del Interior reporta que la extorsión se mantiene como uno de los delitos con mayor incidencia en el país.

En lo que va de 2025, Lima Norte registra 62 denuncias de extorsión por cada 100 mil habitantes, un índice que refleja la magnitud de un fenómeno que ya no puede ser minimizado.


Una ciudadanía atrapada entre el miedo y la indiferencia oficial

El incremento de la violencia en Lima Norte revela la debilidad de las políticas de seguridad y la falta de coordinación entre gobiernos locales y nacionales.

Mientras la población reclama respuestas efectivas, las mafias continúan expandiendo su influencia y normalizando el terror.

El reto no es solo capturar cabecillas, sino reconstruir la confianza ciudadana en un Estado que parece estar siempre un paso atrás de los criminales.