La reciente desaparición del líder indígena Javier Abel Cruz, jefe de la comunidad nativa Alto Yurinaki e importante representante del pueblo yanesha en Perené, encendió las alarmas no solo a nivel local, sino también en diversas regiones de la selva central del Perú. Lo que al inicio se presentó como un secuestro con fines extorsivos terminó revelándose como un engaño premeditado con consecuencias legales y sociales de amplio alcance.
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La desaparición del líder indígena y la movilización regional
Todo comenzó el viernes 30 de mayo, cuando la familia de Cruz denunció su desaparición. Según los reportes iniciales, el líder indígena había asistido a una reunión de la Central de Comunidades Nativas de la Selva Central (Ceconsec) y, al retornar a su vivienda, fue interceptado por seis individuos no identificados en el puente Puerto Yurinaki, en el distrito de Chanchamayo. Supuestamente, los sujetos lo obligaron a subir a una camioneta, iniciando así un presunto secuestro que rápidamente se difundió entre las comunidades nativas y autoridades locales.
Pocas horas después, la esposa del dirigente recibió mensajes desde el celular de Cruz, exigiendo el pago de S/50 mil soles para su liberación. Este hecho incrementó la preocupación en el entorno familiar y entre los líderes de otras comunidades indígenas, quienes de inmediato se sumaron a la denuncia pública y la búsqueda del líder yanesha.
Búsqueda y hallazgo en Huancayo
Durante tres días, un amplio operativo de búsqueda fue desplegado por la Policía Nacional, personal de serenazgo y voluntarios de comunidades vecinas. La noticia del secuestro se difundió rápidamente y generó solidaridad a nivel regional. Sin embargo, el caso dio un giro inesperado cuando, el lunes por la tarde, personal de Serenazgo de Huancayo halló a Javier Abel Cruz deambulando en estado de confusión por la Plaza de la Constitución.
El jefe de operaciones de Serenazgo, Miguel Mallco Ramos, informó que Cruz fue encontrado “pálido, temblando y desorientado”, sin saber cómo había llegado a la ciudad. Tras ser auxiliado, fue trasladado a la comisaría central, donde confirmó su identidad. Aseguró haber sido retenido “por los cerros de Huánuco” y luego abandonado por sus captores.
La confesión y el trasfondo económico
Horas después, en el marco de los interrogatorios realizados por la División de Investigación Criminal (Divincri) de Huancayo, Cruz cambió su versión. El propio coronel Leo Mendoza, jefe de la Divincri, confirmó que el dirigente indígena admitió haber fingido su secuestro con la finalidad de solicitar un rescate de S/50 mil a su comunidad, motivado por problemas económicos derivados de enfermedades graves en su entorno familiar.
Según la investigación policial, Cruz habría viajado voluntariamente hasta Huancayo, desde donde envió mensajes extorsivos a través de su propio celular. Además, se descubrió que el dinero solicitado coincidía con una suma recientemente retirada por él, presuntamente destinada a proyectos comunales. El hecho de que solicitara que el dinero fuera depositado a su propia cuenta bancaria reforzó las sospechas de fraude.
Consecuencias legales y comunitarias
Fingir un secuestro en Perú es un delito tipificado en el Código Penal. La denuncia falsa puede acarrear hasta tres años de prisión, y si el hecho genera perjuicio a terceros, la pena puede ser aún mayor. Asimismo, al haber solicitado dinero, el caso podría ser tratado como extorsión, lo que agrava la situación legal de Cruz.
El impacto de este caso va más allá del ámbito penal. Para la comunidad indígena yanesha y las organizaciones de pueblos originarios, este hecho representa un golpe a la confianza depositada en sus líderes. La instrumentalización del dolor colectivo y la movilización social para fines personales pueden socavar la unidad de las comunidades y debilitar sus luchas históricas por reconocimiento y respeto.
El caso de Javier Abel Cruz evidencia la necesidad de fortalecer los mecanismos de transparencia y rendición de cuentas dentro de las organizaciones indígenas, sin perder de vista los factores sociales que pueden llevar a situaciones límite. Al mismo tiempo, deja una enseñanza sobre el papel de los líderes como referentes éticos, cuyas acciones tienen repercusiones profundas en la cohesión comunitaria.
(Con información de Infobae)