Impacto en México: ejecutan a Camilo Ochoa, el influencer ligado al narco

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Asesinato brutal en Temixco conmociona al mundo digital

El sábado 16 de agosto de 2025, alrededor de las 17:00 horas, Camilo Ochoa Delgado, conocido como “El Alucín”, fue ejecutado a balazos dentro de su vivienda en el fraccionamiento Lomas de Cuernavaca, municipio de Temixco, Morelos.

Su cuerpo fue hallado sin vida en el baño del domicilio, con múltiples impactos de arma de fuego y señales de violencia.

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Testigos informaron que un agresor armado ingresó al domicilio y huyó en un vehículo blanco —identificado por algunos como Chevrolet Sonic.

La Fiscalía General del Estado de Morelos (FGE) confirmó que ya inició una investigación en colaboración con autoridades estatales y federales para esclarecer los hechos.

De influencer a víctima de su propio pasado

Camilo Ochoa, de 42 años, era un creador de contenido originario de Sinaloa. Su canal de YouTube “Soy Camilo Ochoa” contaba con más de 348 mil suscriptores y más de 3,400 videos, en los que abordaba su historia personal, su vinculación con el narcotráfico y su intento por advertir a otros de los peligros que encaró.

En 2004 sufrió un secuestro a manos de Los Zetas, mientras trabajaba en el negocio familiar de comida en Nuevo Laredo, y posteriormente confesó haber sido sicario del Cártel de Sinaloa hasta 2014, con control de una plaza en Mazatlán. Incluso aseguró haber colaborado en algunos operativos con la Marina.

A inicios de 2025 su nombre apareció en volantes distribuidos en Culiacán, señalándolo como colaborador o financista de la facción “Los Chapitos” del Cártel de Sinaloa, junto a figuras como Peso Pluma y Markitos Toys. En los documentos se solicitaba a la población dejar de consumir su contenido.

La aparición de su rostro en esos panfletos se convirtió en una amenaza tangible; al menos seis personas mencionadas junto con él han sido asesinadas.

La contradicción entre confesión y advertencia

En entrevistas y streams en vivo, Ochoa asumía su pasado criminal, expresaba arrepentimiento y advertía sobre la violencia y el crimen. Su figura generó elevado tráfico, seguidores y detractores. Su último video, publicado horas antes del asesinato, muestra cómo elegía ropa mientras bromeaba “Quiero más haters…”

Se presenta así un contraste doloroso entre su discurso—que invitaba a la reflexión—y la brutal realidad de la violencia que finalmente lo alcanzó.


¿Un crimen conectado al narco o al espectáculo?

Después del ataque, se viralizaron imágenes del baño con evidentes manchas de sangre y la vestimenta de Ochoa —camisa negra, pantalón gris, lentes de sol— coincidente con lo mostrado en su transmisión previa.

La FGE informó que mantiene coordinación con instancias como la Mesa de Coordinación para la Construcción de la Paz, en busca de esclarecer responsabilidades.


Este caso no solo implica un asesinato más en el contexto de violencia en México. Es también una advertencia escalofriante: ni quienes muestran su pasado con honestidad logran salir ilesos.

El crimen de Camilo Ochoa ilustra hasta qué punto la figura del influencer en ambientes violentos puede convertirse tanto en advertencia como en víctima. Es urgente exigir justicia y reflexionar sobre los límites entre exposición pública y vulnerabilidad real.