Entre el Ring y el Narco: El Día que Julio César Chávez Caminó al Cuadrilátero con un Arellano Félix

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El combate que paralizó México… y encubrió a un narcotraficante

La noche del 20 de febrero de 1993 en el Estadio Azteca fue histórica. Más de 130,000 personas y millones de televidentes fueron testigos del combate en el que Julio César Chávez derrotó por nocaut técnico en el quinto asalto al estadounidense Greg Haugen.

Sin embargo, la verdadera sorpresa caminaba a su lado desde los vestidores: Francisco Rafael Arellano Félix, narcotraficante del Cártel de Tijuana, se infiltró en la transmisión mundial, disfrazado con una peluca y vestido de etiqueta.

Este episodio, casi olvidado durante décadas, cobró notoriedad gracias a las memorias del propio Chávez. En su biografía “Julio César Chávez: La Verdadera Historia” (2007) y en entrevistas recientes, el boxeador confirmó lo impensable: “Pancho ya tenía problemas con la justicia y venía en la bola con nosotros”.


“Pancho” Arellano: El capo que burló a todos

Francisco Rafael Arellano Félix, hermano mayor de la familia que dirigía el Cártel de Tijuana, ya era buscado por narcotráfico. Aquel 20 de febrero logró colarse al espectáculo más grande del boxeo mexicano, con total impunidad. Las cámaras lo captaron en vivo, pero nadie reparó en él… hasta años después.

Este episodio simboliza la mezcla explosiva entre deporte, crimen organizado y espectáculo, una relación que ha dejado huellas profundas en México.


Chávez: De los puños a las confesiones

Durante una entrevista en 2024 para el pódcast Dementes, Julio César Chávez soltó una bomba: reconoció que mantenía amistad con líderes del Cártel de Sinaloa, incluyendo a Joaquín “El Chapo” Guzmán, Ismael “El Mayo” Zambada, Amado Carrillo y Juan José Esparragoza “El Azul”.

“Les decía que les iba a echar a mis amigos narcos”, afirmó sin rodeos. Aunque asegura haber cambiado, su pasado permanece atado a un mundo turbio donde los ídolos convivían con los criminales más peligrosos del país.


Herencia peligrosa: El caso de Julio César Chávez Jr.

El presente no es menos escandaloso. En 2024, su hijo Julio César Chávez Jr. fue arrestado en Estados Unidos, acusado de vínculos con el Cártel de Sinaloa. Años atrás, fue presentado por su padre al mismo Francisco Rafael Arellano Félix.

Irónicamente, Omar Chávez, otro de sus hijos, presenció el asesinato del capo en 2013 en Baja California, durante una fiesta en la que también hubo boxeadores y músicos.


Crónica de una relación incómoda

La revelación de estos vínculos resalta un problema mayor: la normalización de la cercanía entre figuras públicas y criminales en México. Mientras Chávez continúa trabajando en programas de rehabilitación y lucha contra las adicciones, su pasado le sigue acechando.

En un país donde el narcotráfico infiltra incluso los escenarios más gloriosos, el caso de Julio César Chávez es un recordatorio inquietante de cómo el crimen organizado ha sido espectador, cómplice y protagonista del espectáculo nacional.


El legado de Chávez está marcado por la gloria deportiva, pero también por las sombras del narco. Que Francisco Rafael Arellano Félix haya caminado junto al campeón sin que nadie lo detuviera es más que una anécdota: es una metáfora del poder y la impunidad que el narcotráfico ha tenido durante décadas en México.