El resucitado “Serio”: sicarios del CJNG patrullan disfrazados de Guardia Nacional en Michoacán y Guerrero

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Narcoestado disfrazado: la frontera entre la autoridad y el crimen se desdibuja

En los límites entre Michoacán y Guerrero —una zona históricamente marcada por la violencia y el dominio del narcotráfico— opera con impunidad una célula criminal que simula ser autoridad.

Sicarios del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), bajo el mando de Francisco Jaramillo Valdominos, alias “El Serio”, han sido captados patrullando con uniformes clonados de la Guardia Nacional, exhibiendo un poderío que escandaliza tanto por su descaro como por la pasividad del Estado.

Imágenes y videos difundidos en redes sociales muestran a estos hombres fuertemente armados portando uniformes casi idénticos a los de las fuerzas federales mexicanas.

En algunos casos se identifican con brazaletes del CJNG o con las siglas GDS (Gente del Serio), pero en otros directamente llevan GN, las mismas letras que representa a la Guardia Nacional. En apariencia, son soldados; en realidad, son sicarios.

Un líder que “resucita” gracias a la corrupción y la desinformación

“El Serio” fue dado por muerto en agosto de 2023 tras un ataque armado en San Lorenzo Cacaotepec, Oaxaca. Las autoridades mexicanas incluso lo confirmaron oficialmente.

Pero no estaba muerto. La DEA lo rastreó y confirmó que no solo sigue con vida, sino que se mantiene activo y reforzado en los límites de Michoacán y Guerrero.

Su supuesto fallecimiento parece haberle servido para operar con más libertad. Hoy, el capo resucitado lidera una estructura criminal con influencia binacional, movilizando drogas hacia Texas y desafiando abiertamente al Estado mexicano desde una zona clave del país.

Narcopoder y conexiones políticas: la impunidad tiene apellidos

La historia de “El Serio” no puede entenderse sin su red de protección política y familiar. Es primo de Gregorio Portillo Mendoza, exalcalde morenista del municipio de Zirándaro, Guerrero.

Además, el hermano del exalcalde y su sobrino, Marcelino Portillo Mendoza y Rogelio Portillo Jaramillo, figuran en expedientes de la DEA como sospechosos de conspiración para el tráfico de drogas.

La relación entre el crimen organizado y la clase política local se ha vuelto una fórmula conocida en las regiones más golpeadas por el narcotráfico: territorio, poder y silencio.

Mientras la población vive entre el miedo y la resignación, los líderes criminales se pasean con uniformes apócrifos y joyas incrustadas en sus armas, como símbolos grotescos de su impunidad.

Narco-soldados de lujo: cuando el crimen se disfraza de orden

“El Serio” no escatima en recursos para dotar a sus sicarios con tecnología militar, armas de alto calibre y equipamiento táctico que rivaliza con el de cualquier fuerza legítima.

Se ha reportado que personal a su servicio utiliza equipo de comunicación encriptado, visores nocturnos y vehículos blindados, lo que les permite realizar operativos con eficiencia militar.

Al mismo tiempo, se muestra como un “patrón” que garantiza seguridad en su zona, enfrentando a grupos rivales como La Nueva Familia Michoacana. Así, ejerce un control territorial bajo una lógica de “narco-Estado”: el gobierno no manda, manda el narco.

Reflexión urgente: ¿Dónde está el Estado mexicano?

El caso de “El Serio” representa más que una historia de crimen organizado: es una radiografía del fracaso institucional en zonas enteras del país. La suplantación de la autoridad no solo es un delito; es un síntoma de la enfermedad más profunda del Estado: su ausencia.

Mientras los carteles visten de Guardia Nacional y se exhiben sin temor en redes sociales, el gobierno parece más enfocado en controlar la narrativa que en enfrentar la realidad. ¿Cuántos más “resucitados” hay operando en zonas grises de México bajo el disfraz de la autoridad?