Detenido en Jalisco, Ulises Pinto Madera fue policía federal, jefe de escoltas, operador de Los Zetas y cerebro criminal detrás del cártel “La Barredora”. Su trayectoria revela la infiltración del crimen en las estructuras del Estado.
Ulises Pinto, alias “El Mamado”: De agente a criminal
Ulises Pinto Madera, conocido por los alias “El Mamado”, “Pinto” y “13”, fue detenido recientemente por elementos de la Marina Armada de México en una operación conjunta en Jalisco.
No es un criminal cualquiera. Su expediente refleja una metamorfosis inquietante: de policía judicial federal a uno de los principales líderes de “La Barredora”, organización criminal surgida de una fractura interna del llamado “Cártel Policiaco” o “La Hermandad”.
Esta organización ha sido señalada por delitos como extorsión, trata de personas, tráfico de migrantes, robo de hidrocarburos y distribución de drogas.
La trayectoria de Pinto Madera ilustra cómo estructuras criminales se gestan muchas veces desde el mismo aparato del Estado.
Una historia que comenzó con placa
Según fuentes del Gabinete de Seguridad Nacional, Pinto Madera inició su carrera como miembro de la extinta Policía Judicial Federal. Sin embargo, con el tiempo migró a las filas de Los Zetas, el grupo criminal fundado por exmilitares.
Desde ahí, operó principalmente en Tabasco y Cancún, donde tejió relaciones clave con operadores del narcotráfico y estructuras policiales corruptas.
Durante su paso por Los Zetas, fue responsable del trasiego de drogas en la frontera entre Chiapas y Guatemala.
Posteriormente, como parte del círculo cercano de Hernán Bermúdez Requena —exsecretario de Seguridad Pública de Tabasco, actualmente prófugo—, Pinto ascendió como jefe de escoltas y líder operativo del grupo conocido como “La Hermandad”.
De “La Hermandad” a “La Barredora”: la ruptura criminal
“La Hermandad” o “Cártel Policiaco” fue una estructura delictiva que, bajo la protección institucional, operó impunemente en Tabasco. Este grupo fue señalado por controlar bares, antros, redes de trata y tráfico de migrantes.
Su cercanía con autoridades estatales —durante el mandato del exgobernador Adán Augusto López Hernández— propició un entorno de protección y expansión.
No obstante, a finales de 2023, la ruptura entre Bermúdez Requena y Pinto Madera marcó el nacimiento de “La Barredora”, organización que actualmente disputa el control del territorio tabasqueño. El rompimiento, según fuentes ministeriales, obedeció a desacuerdos en la repartición de las ganancias del crimen organizado.
Aliado del CJNG y señor del occidente
Tras el colapso de su red en el sureste, Ulises Pinto se refugió en Jalisco, donde estableció contacto con el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Gracias a estas conexiones, pudo adquirir propiedades en zonas exclusivas de Zapopan y Guadalajara, donde también fue capturado.
Además, se le atribuye la posesión de una flota de vehículos de alta gama y operaciones logísticas para mover armas, personas y drogas.
Impunidad y redes de poder
Durante su tiempo como parte de la estructura policial de Tabasco, Pinto Madera no solo recaudaba dinero por extorsión y secuestros, sino que también coordinaba el robo de combustible y operaba como comandante de Fuerzas Especiales bajo la protección de Bermúdez Requena.
Esto demuestra el grado de cooptación institucional en gobiernos estatales que han sido señalados, pero no judicializados.
El colapso de la estructura y la captura
La ruptura con Bermúdez Requena —alias “El Comandante H” o “El Abuelo”— significó una guerra interna en la que ambos actores buscaron posicionarse como líderes únicos del crimen en Tabasco.
Según la Fiscalía General de la República (FGR), esta disputa provocó una escalada de violencia en municipios clave y un aumento de homicidios dolosos, extorsiones y desapariciones.
La detención de Pinto representa un golpe simbólico a “La Barredora”, pero también un recordatorio inquietante: figuras como él, con formación policial, han usado sus conocimientos del Estado para moldear nuevas formas de criminalidad.
El caso de Ulises Pinto Madera no es aislado. Refleja una preocupante realidad nacional: la fusión entre crimen organizado y aparatos de seguridad.
Su historia es el espejo de cómo la impunidad y la corrupción pueden incubar monstruos que, tras dejar el uniforme, regresan para convertir el crimen en su nuevo mandato.
¿Hasta cuándo los cárteles seguirán naciendo desde dentro de las instituciones? La respuesta no solo exige castigos, sino reformas profundas y transparencia real.