Crecen las críticas internacionales por el nuevo reparto de ayuda y alimentos en Gaza

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La sustitución del sistema de ayuda de la ONU por el programa de la Gaza Humanitarian Foundation ha generado violencia, escasez extrema y denuncias de uso del hambre como arma en medio del conflicto.

El reparto de alimentos en la Franja de Gaza ha dejado de ser un gesto de asistencia humanitaria para convertirse en un escenario de desesperación, violencia y muerte. A dos meses del inicio del programa liderado por la Gaza Humanitarian Foundation (GHF) —organización respaldada por el gobierno israelí—, se reportan cientos de muertos, multitudes desbordadas y una crisis alimentaria sin precedentes, según documentos recopilados por The Wall Street Journal y fuentes humanitarias locales.

En contraste con el sistema anterior, gestionado por la ONU y ONGs en más de 400 puntos de distribución, el actual modelo ha reducido drásticamente el acceso a alimentos, generando estampidas, disparos, y enfrentamientos entre civiles y las fuerzas israelíes. “Vi unos 15 cadáveres. Solo salí corriendo”, relató Ahmad Tareq al-Dahoudi, uno de los gazatíes que intentó recibir ayuda en Khan Younis.

Un sistema bajo fuego

La GHF —fundada en EE. UU. y dirigida por Johnnie Moore— opera con apenas cuatro centros activos, todos en el sur de Gaza. La seguridad recae en la firma Safe Reach Solutions, cuyos contratistas estadounidenses no han logrado controlar a las multitudes hambrientas. El ejército israelí, que proporciona protección cercana, ha admitido disparos al aire y a las piernas, e incluso el uso de artillería, cuando las personas “cruzan límites” o se acercan demasiado a las tropas.

Una diferencia crítica con el modelo de la ONU es precisamente la presencia militar cercana, lo que ha elevado drásticamente el riesgo de incidentes. En palabras de un soldado israelí: “Si alguien se desvía de la ruta autorizada, se dispara”.

Los videos verificados por Bellingcat y los testimonios recogidos muestran civiles huyendo bajo fuego, incluso ondeando banderas blancas, en escenas que han encendido alarmas en la comunidad internacional.

Escasez y represión

Los paquetes de ayuda —que contienen harina, arroz, azúcar, legumbres y algo de aceite— son insuficientes. Las multitudes superan por miles la capacidad de atención diaria. “Lo que consigo dura un día o dos, como mucho”, señaló Jameel al-Nahhal, un joven de Rafah.

La ONU estima que 1 de cada 10 niños en Gaza sufre desnutrición, y decenas de miles más requieren tratamiento urgente. Sin embargo, la información sobre horarios y lugares de distribución es escasa o inexistente. La GHF intentó implementar un sistema de banderas, pero en la práctica, la señalización es confusa y muchas veces ignorada.

Rechazo internacional y presión humanitaria

El programa ha sido duramente criticado por más de 20 gobiernos, la ONU y organizaciones humanitarias, que lo consideran menos efectivo y más peligroso que el anterior. La Unión Europea ha amenazado con reducir sus relaciones diplomáticas con Israel por la crisis humanitaria en curso.

Además, el programa se ha convertido en un punto clave de las negociaciones de alto el fuego, donde Hamas exige su disolución y el retorno del sistema de distribución de la ONU. La GHF y el ejército israelí se acusan mutuamente por el desorden y las muertes, tras una estampida que dejó al menos 20 muertos en Khan Younis y ataques atribuidos a Hamas contra empleados de la fundación.

El Departamento de Estado de EE. UU. aprobó 30 millones de dólares en apoyo, aunque aún no se han desembolsado los fondos. La falta de transparencia en el financiamiento y la incapacidad de la GHF para manejar el volumen de personas aumentan las dudas sobre su continuidad.

Gaza al borde del colapso

Mientras el hambre crece y la violencia persiste, la población de Gaza queda atrapada entre la desesperación, la represión militar y un sistema de asistencia insuficiente. “Esto ya no es ayuda, es una pesadilla”, dijo un médico del hospital de Rafah.

La implementación del programa de la GHF, lejos de aliviar la crisis, ha exacerbado el colapso social y económico en la Franja. Cada jornada de reparto se convierte en una ruleta de vida o muerte. En palabras de los propios gazatíes: “preferimos morir de pie que morir empujando por una bolsa de arroz”.

(Con información de Infobae)