Asesinan en Zapopan a Ernesto Bajaras, fundador y vocalista de Enigma Norteño

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Un ataque que sacude al regional mexicano

La violencia alcanzó nuevamente al mundo de la música. Ernesto Bajaras, cantante y fundador del grupo Enigma Norteño, fue ejecutado la tarde del martes 19 de agosto en Zapopan, Jalisco, mientras se encontraba en compañía de al menos dos personas.

El ataque se registró en la colonia Arenales Tapatíos, en el cruce de las calles Francisco I. Madero y Arenales. En el lugar, otro hombre —aún sin identificar— perdió la vida, mientras que una mujer resultó gravemente herida.

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El trasfondo de un género marcado por la violencia

Bajaras no era solo músico, también era un empresario que en 2004 fundó Enigma Norteño, agrupación que alcanzó popularidad dentro del regional mexicano, principalmente por sus narcocorridos dedicados a figuras del crimen organizado, aunque también interpretaba temas románticos.

El asesinato de un artista vinculado a este género vuelve a poner en la mesa el debate sobre la relación entre la música y el narcotráfico en México. Los corridos y narcocorridos han sido, por décadas, una expresión cultural que narra la vida de personajes al margen de la ley, pero también han generado polémica por la apología a la violencia y al crimen organizado.

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Un espejo de la realidad mexicana

La ejecución de Ernesto Bajaras no solo refleja la fragilidad de la seguridad en Jalisco, uno de los estados más golpeados por la violencia del crimen organizado, sino también el riesgo que enfrentan los artistas que se mueven en esta línea narrativa.

El caso abre preguntas incómodas: ¿hasta qué punto la música puede ser vista como simple entretenimiento, y en qué momento se convierte en un reflejo o hasta en un engranaje más dentro de las dinámicas del narcotráfico?

Reacciones y silencio oficial

Mientras familiares, seguidores y músicos lamentan la muerte del vocalista, las autoridades mantienen silencio respecto a posibles líneas de investigación. La ejecución, sin embargo, ya resuena en el ámbito cultural y social, pues expone nuevamente cómo la violencia no distingue escenarios: puede alcanzarte en la calle, en un negocio o incluso en un escenario.

El asesinato de Ernesto Bajaras es un recordatorio de que la música regional mexicana sigue estando marcada por la sombra del crimen organizado, y que el precio de cantar estas historias, muchas veces, puede ser la vida misma.